Historia de Tommi
Louisville, Kentucky
Madre que adora viajar con su marido y pasar tiempo con sus hijas.
Detalles del procedimiento:
Edad durante el tratamiento: 57
Médico: Dr. Hiram Rivas, Universidad de Louisville, KY
Fecha del procedimiento: Septiembre de 2015
La vida antes de las válvulas Zephyr®:
Mi vida antes del enfisema y la EPOC era maravillosa. Había criado a dos hijas, me encantaba mi trabajo y adoraba viajar con mi marido. Todos los años íbamos a Gulf Shores, pero todo cambió cuando enfermé por el enfisema y la EPOC. Mi médico de cabecera me diagnosticó la enfermedad por primera vez en 2009. Tuve que usar inhaladores desde el principio, pero demoré el oxígeno tanto como fue posible.
Tener que usar oxígeno me imponía bastante, pero llegó el momento en que no tuve más remedio que hacerlo. Se acercaba la graduación de mi hija en la escuela de enfermería y estaba decidida a ir. Nos prestaron una silla de ruedas en la iglesia y nos fuimos con la botella de oxígeno. El único problema fue que no me la ajusté bien y acabó agotándose el oxígeno estando en la graduación. Digamos que, si te surge cualquier problema de salud, una graduación repleta de enfermeros recién graduados no es el peor lugar en el que estar.
Mi enfisema avanzó muy rápido y, en 2012, estaba muy enferma. Me declararon discapacitada de inmediato, lo que es de extrañar en Kentucky, pero mi historia clínica revelaba la gravedad de mi estado. Me remitieron al centro de trasplantes y aquello me superaba. La lista de trasplantes son palabras mayores. Pruebas interminables, analíticas, rehabilitación y, si no cumples todos los requisitos, te sacan de la lista. Lo hice durante dos años. Hablé con una mujer que se había sometido a un trasplante y me explicó qué resultados podría obtener. Sin embargo, cuando le pregunté si lo volvería a hacer, su respuesta fue que no lo haría. También conocía a una enfermera a la que le trasplantaron un pulmón y apenas vivió tres años más. Tenía miedo, pero llegados a ese punto, aquella era mi única opción realmente.
Mi vida era muy difícil. Levantarme de la cama y vestirme ya me dejaba sin fuerzas. Era muy duro salir de casa. Me siento verdaderamente afortunada por tener a mi lado a un hombre maravilloso que me ha apoyado en todo momento. Mi marido tenía que hacerlo todo porque yo ya no podía cocinar ni cuidar de la casa. Fueron días muy tristes. La vida seguía su curso y yo no podía seguir disfrutando de ella.
Entonces mi médico me habló acerca del tratamiento con las válvulas Zephyr. Al principio no estaba segura, pero cuando conocí al equipo responsable del ensayo clínico, sentí que tenía que probarlo porque, sin lugar a dudas, era mucho mejor opción que un trasplante de órganos.
La vida después de las válvulas Zephyr®:
La elección de las válvulas Zephyr fue una decisión fantástica y un verdadero punto de inflexión en el tratamiento de esta enfermedad tan horrible.
El procedimiento se desarrolló sin problemas. No sentí dolor alguno, ni siquiera tuve dolor de garganta. Permanecí ingresada en el hospital en observación bastantes días, pero nada que no estuviera previsto. Me sentía bien y pasaba los días sentada jugando a las cartas y viendo películas.
En mi caso, los resultados no fueron inmediatos. Pensé que esto me curaría del todo, pero sigo necesitando mi medicación diaria. Dicho esto, alrededor de un mes después ya noté una gran diferencia. Pude volver a hacer las actividades cotidianas. Comencé a cocinar y hacer las tareas domésticas otra vez.
Ahora, ya han pasado tres años y sigo manejándome muy bien. Mi función pulmonar es igual que la de hace siete años, como si la enfermedad no hubiera avanzado. Sigo usando oxígeno, pero me han devuelto la vida. Cocino, limpio y puedo volver a tener vida social. Mi marido y yo podemos salir juntos, y voy de compras con mis hijas. Es fantástico poder volver a vivir mi vida a mi manera.
Quiero que mis expectativas sean realistas. Esto no era una cura, pero sí iba a cambiarme la vida. Mejoró tantísimo mi calidad de vida… ¡es como si me hubiera tocado la lotería!